Cuando veo pacientes con acné, siempre acaban describiendo con todo detalle su rutina de limpieza cada mañana y cada noche. Me da la impresión de que, en general, se piensa que el acné es un problema de suciedad de la piel. Los pacientes con acné se obsesionan muchas veces con una limpieza excesiva que puede ser incluso perjudicial. Os explicaré a continuación cómo se debe hacer una limpieza correcta y cuales son las últimas teorías sobre por qué ocurre el acné.
La limpieza facial o en la zona afectada por el acné es necesaria para que los productos que son activos frente al acné puedan penetrar con facilidad y no porque la piel esté necesariamente más sucia. Es importante entender lo que es el manto lipídico de la piel, la seborrea, los emulgentes, los jabones y las soluciones micelares.
La piel está formada en sus 200 micras más externas por una cubierta o tejado a base de células cutáneas llamadas queratinocitos entre las cuales debe haber un tipo de grasa o aceite que hace de ésta una capa impermeable. Esta capa se denomina EPIDERMIS. Sobre ella se encuentra una discreta y muy fina capa de sebo, un aceite relativamente ácido que nos protege de las bacterias y que está producido en las glándulas sebáceas y se denomina MANTO LIPIDICO. Debido a que en el acné estas glándulas son más grandes de lo normal y trabajan más de lo debido, la superficie de la piel de la cara suele estar normalmente más oleosa y brillante. Esto no es necesariamente malo porque los microbios no pueden cruzar esta capa de sebo. Pero un manto lipídico excesivo impide que cualquier cosa útil en el acné pueda entrar en la piel y ejercer efecto alguno. Por eso es importante realizar una buena limpieza.
Una limpieza adecuada de la piel debe retirar el sebo sobrante pero no la grasa beneficiosa de la epidermis. Las limpiezas deben ser cuidadosas y no atacar y resecar la superficie de la piel. Para retirar la grasa se utilizan unas sustancias que se denominan emulgentes o jabones. Estas sustancias tienen la capacidad de mezclar aceites con agua y de esta manera llevarse la grasa sobrante de la superficie de la piel. Un emulgente fuerte es el empleado en los detergentes de cocina y mezclan grandes partes de aceite con más pequeñas de agua. Por el contrario, una crema necesita un emulgente suave para mezclar pocas cantidades de aceite con las mismas cantidades de agua. Un agua micelar lleva pequeñas cantidades de emulgente para poder arrastrar el aceite sobrante de la piel. En algunas ocasiones, cuando la piel es muy sensible, debemos emplear limpiadores al aceite que carecen de emulgentes y no irritan la piel.
Con respecto a las últimas teorías sobre el origen del acné es importante destacar que no todo ocurre en la piel. Se sabe hoy en día que las bacterias buenas del intestino son las encargadas de metabolizar las hormonas sexuales y absorberlas correctamente. La dieta que tenemos hoy en día, rica en azúcares y pobre en verduras o frutas nos conduce a una alteración de estas bacterias, lo que se conoce como DISBIOSIS. Esta alteración hace que tengamos más hormonas masculinas que, al estimular las glándulas sebáceas empeoran el acné y la inflamación de la piel.
En un estudio reciente se ha tratado un grupo de pacientes con antioxidantes, probióticos, Zn y Se y una dieta correcta en frutas y verduras y retirando los azúcares y productos procesados. En cuestión de 6 meses se produjo una mejoría del 86% de las lesiones del acné. También mejoraron el estado de humor, la caída del pelo y el enrojecimiento de la piel.
No es bueno obsesionarse con limpiar exageradamente la piel sino cuidarla, tanto por dentro con una dieta adecuada como por fuera con limpiadores al aceite o productos más respetuosos con la piel.